María Fidalgo Casares

Doctora en Historia, escritora y Crítica de Arte

EXPOSICIÓN EN OLEIROS - 2014

La obra de José María de Urda, deja de manifiesto y demuestra de una manera fehaciente, que muchas veces el academicismo es la mejor opción.

El artista lejos de experimentar con las vanguardias que se venden como modernas cuando ya son centenarias, se centra en lo que es mejor saber hacer: pintar como un académico.

Su dibujo es exquisito y muy preciso, sobretodo en la difícil representación arquitectónica, muestra un gran dominio del color y un impecable estudio de la perspectiva, y cultiva los géneros tradicionales, marinas, bodegones, paisaje y retratos, con una interesante incursión en el mundo del muralismo, en el que hace una regresión a un tipo de pintura mas ingenuista, muy eficaz en superficies de gran tamaño.

Asimismo el artista domina con sobriedad las técnicas más puras de la pintura: el óleo y la acuarela, sin efectismos, buscando nada más y nada menos que la belleza de lo representado lo que consigue plenamente.

Destacar en el apartado de la acuarela es en el que quizás se libera de ciertos encorsetamientos estilísticos para dotar a sus obras de mayor frescura y unos colores más matizados que en el caso de las gamas calizas. Sobre todo ocres, tierras y amarillos deja vislumbrar una luz de raigambre sureña, quiño a sus orígenes que confiere a sus obras un profundo encanto.

Sin lugar a dudas las acuarelas se cuentan entre todas sus obras más logradas, pese a ser la técnica que implica más dificultad.

Una obra de Urda, es una opción segura y eterna. La eternidad es el don más valioso y genuino de las obras de arte y dentro de cien años incuestionablemente tendrán la misma validez de hoy, porque son auténticas obras de arte...

José María de Urda, todo un artista académico nada más y nada menos...